El Tubo es, para muchos, el estómago de Zaragoza: un laberinto de callejuelas entre Alfonso I, Don Jaime I, Méndez Núñez, Libertad, Mártires, Cuatro de Agosto, Cinegio y Estébanes donde el tapeo es casi una religión. Aquí se empieza con un vermú al mediodía, se encadenan un par de barras y, sin darte cuenta, te has merendado la tarde a base de bocados pequeños con mucho carácter. Diverso, ruidoso y muy zaragozano. Si vienes a por tapas de verdad, este es tu barrio. Si lo que buscas son las mejores tapas en Zaragoza aquí te damos las mejores recomendaciones.
A continuación, te propongo una ruta realista y sabrosa por El Tubo con paradas imprescindibles, qué pedir en cada barra y algún truco para que exprimas la experiencia sin caer en lo obvio. El foco está en clásicos de siempre y en direcciones con propuesta propia, contrastadas en medios y blogs gastronómicos locales.
Calentando motores: vermú y encurtidos en Bodegas Almau
El Tubo se saborea mejor si empiezas de pie, con vermú y encurtidos. En Bodegas Almau el ritual está claro: anchoas en salmuera, gildas, quesos, jamón de Teruel y una copa bien tirada. Es el aperitivo que marca el ritmo de la jornada y sintoniza con ese ambiente de barra viva que define al barrio en fiestas, puentes y fines de semana.
Tip: Si vas en Semana Santa o festivos, llega pronto: a media mañana ya hay vida en la calle y los taburetes vuelan.
El Champi: un bar, una tapa, cero dudas
Un clásico entre clásicos. El Champi lleva décadas concentrado en un único gesto: torres de champiñón a la plancha sobre pan, con su punto de ajo y perejil. La barra funciona a ritmo frenético y el aroma guía desde la calle. Vas, pides, repites. A veces, lo mejor de El Tubo es precisamente la especialización sin distracciones.
Doña Casta: croquetas con apellido
Si preguntas por croquetas en Zaragoza, te señalarán Taberna Doña Casta. Es mítica por variedad y por ese rebozado que cruje sin empapar. La gracia está en sabores que van más allá del jamón: desde bacalao o boletus a mezclas más juguetonas, además de sus conocidos huevos rotos. Ojo a la ubicación: calle Estébanes, 6, corazón del Tubo.
Consejo de barra: ve en pareja y pedid 3–4 croquetas distintas; así calibras textura y sabor sin llenarte demasiado.
La Miguería: tradición en raciones bien pensadas
Como su nombre indica, aquí mandan las migas. Las hacen en múltiples versiones (de la más tradicional a las más “contundentes” con longaniza, chorizo o morcilla) y las sirven junto a ensaladas, tablas y tostadas. Buen recurso cuando el cuerpo te pide cuchara y bocado aragonés sin sentarte a un menú completo.
La Ternasca: ternasco en clave tapa (y las famosas patatas ‘sherry’)
El Ternasco de Aragón encuentra en La Ternasca una cara canalla y divertida: croquetas, canelones, bocados “de barra” y, sobre todo, sus patatas ‘sherry’ —una vuelta de tuerca a las patatas y huevos rotos— que salen a mesas y banquetas con ritmo constante. Es parada clave si quieres territorio aragonés en formato tapa.
El Truco: 100% sin gluten (y premiado)
Si buscas una barra segura para celíacos, El Truco juega en otra liga: carta completamente libre de gluten, desde bravas a croquetas, con trabajo serio sobre contaminación cruzada. Además, su tapa “La Trifásica” fue reconocida como mejor tapa para celíacos en el Concurso Oficial de Tapas de Zaragoza y Provincia. Un imprescindible por propuesta y por compromiso.
La Republicana: el “museo” de las casas de comidas
Entre El Tubo y Don Jaime, La Republicana es un viaje en el tiempo: paredes llenas de cuadros y objetos, manteles de cuadros y ese ambiente de casa de comidas que no se inventa, se hereda. Tapas clásicas, puchero del día, raciones que no pasan de moda y un encanto que, cuatro décadas después, sigue convocando a fieles y curiosos.
Bar El Circo: la tortilla (y algo más)
Pregunta por la tortilla de patata del Tubo y muchos te enviarán a Bar El Circo: jugosa, sin cebolla y servida sobre pan —marca de la casa—. Pero hay más: torreznos, ensaladilla, huevos rellenos y madejas que salen con la misma soltura. Una barra de las que definen barrio.
El Balcón del Tubo: “sartencicas rusientes” y bravas de manual
Cuando aprieta el hambre, el cuerpo pide raciones. En El Balcón del Tubo hacen de las “sartencicas rusientes” (rabo de toro, marinera, cochifrito…) su señal de identidad, y las bravas son de esas que apetece compartir entre tres o cuatro mientras decides la siguiente parada. Ideal para bajar pulsaciones a media ruta.
El Méli del Tubo (Méli Mélo): tradición y vanguardia en bocado corto
El Méli del Tubo es la derivada “de barra” del Méli Mélo: tapas creativas, producto bien escogido y guiños de autor que no pierden el acento local. El tartar de atún es apuesta segura, y los chupa-chups de ternasco resumen bien la filosofía de la casa: técnica sin postureo, sabor antes que artificio.
El Limpia: pequeño, castizo y con personalidad
En un local mínimo —antiguo salón de limpia botas— El Limpia conserva aire de bar de siempre pero sorprende con tapas menos vistas en el barrio: desde cochinita pibil o mini bocatas de pastrami a torreznos y empanadillas. Para quienes agradecen salirse del guion sin abandonar El Tubo.
Casa Lac (bonus muy cerca): historia viva y barra con fundamento
A un paso del corazón del Tubo, Casa Lac (1825) presume de historia y de una barra que cuida la huerta. Si te apetece elevar el listón un tramo —o buscas sentarte—, es una opción que combina recetario clásico y producto de temporada con oficio. Perfecto para rematar la ruta con una copa tranquila.
Cómo disfrutar El Tubo como un zaragozano
1) Hora y cadencia. El vermú arranca el motor (12:30–13:30), la tarde es para enlazar 3–5 barras y la noche gana ambiente de jueves a sábado. No quieras hacerlo todo a la vez: dos bocados por barra y a la siguiente.
2) De pie y sin prisa. La barra manda. Pide, paga, prueba; comenta con el camarero (son enciclopedias de barrio) y sigue. El encanto de El Tubo está en picar poco y bien.
3) Entre semana luce distinto. Hay menos gente y más conversación. Fines de semana y festivos, la foto es otra: alegre, apretada y con ese “hervidero” que tanto enganchó a Guía Repsol.
4) Mapa mental sencillo. Piensa en Plaza del Pilar como referencia y adéntrate por Méndez Núñez o Don Jaime I. En nada estarás en Libertad o Estébanes, epicentro del Tubo.
5) Si vas con celíacos. El Truco es tu base segura: carta 100% sin gluten y tapa premiada. Desde ahí, diseña la ruta.
Ruta sugerida (2–3 horas)
- Bodegas Almau – Vermú, anchoas y gildas para abrir boca.
- El Champi – Champiñones a la plancha (uno por persona… y quizá otro).
- Doña Casta – Doble de croquetas para compartir.
- La Ternasca – Patatas ‘sherry’ y copa de tinto.
- El Balcón del Tubo – Sartencica al centro; pausa y charla.
- El Truco – Bravas y “Trifásica” sin gluten.
- Bar El Circo – Tortilla y torreznos para rematar.
¿Más hambre? Sal del circuito dos calles y siéntate en Casa Lac para celebrar que Zaragoza se entiende mejor de barra en barra. (Enjoy Zaragoza)
Por qué El Tubo engancha
Porque es un equilibrio raro entre memoria y novedad. Conviven barras minimalistas (un solo producto hecho a la perfección) con casas de comidas que no necesitan tendencias para llenar, propuestas creativas que entienden el territorio y bodegas que siguen enseñando a beber y picar con sentido. Todo en calles estrechas donde la conversación rebota como una ola y cada puerta abierta es una promesa de algo rico. Eso —y no solo la lista de “imprescindibles”— es lo que convierte a El Tubo en una experiencia más que en un lugar.
Si vas a recorrerlo un sábado por la tarde, reserva fuerzas y paciencia: el tapeo en Zaragoza no es una actividad, es un deporte de equipo. Y El Tubo, su catedral.