Sin duda, esa puede ser una razón, pero hay muchas más: divertirse, compartir un tiempo con la persona amada, olvidarse de algo, dejarse mecer por la belleza de una historia… E incluso huir. ¿Por qué no? Huir de algo, de alguien… O como decía Lorca, “se puede venir al teatro no para saber lo que pasa, sino para saber lo que nos pasa…” Sin duda, también para encontrar algo, para expulsar algo, y, de ese modo, experimentar una mejoría en la inestable salud emocional de nuestras vidas. Aunque sea por un instante.
Podemos pensar entonces que la ficción escénica nos ha proporcionado una lección de realidad. El teatro, con sus mentiras, nos habrá dicho la verdad.
Paco Ortega